Es gustar con atención un vino, para llegar a apreciar sus calidades o sus defectos.

Ciertamente, el vino es una bebida singular, plena de atractivos y complejidad, ya sea por su aspecto, por su composición química, física y bioquímica y por los factores naturales y humanos que intervienen en su elaboración.

Los factores que más condicionan esta originalidad del vino son, esencialmente, el cepaje, el suelo, el clima y el hombre. Cuando estos factores se conjugan armoniosamente, convergen para conceder a la uva, fruto de la vid, las cualidades potenciales necesarias para obtener un vino de calidad.

Desde los albores de la civilización estas características del vino han incitado poderosamente la atención del hombre, quien valiéndose de los sentidos de la vista, el olfato y el gusto, ha podido apreciar acabadamente sus diversas propiedades.

Este elemental procedimiento constituye la base de lo que hoy conocemos como el principio del Análisis Sensorial o la degustación del vino.  

Para determinar y precisar, por lo tanto, las cualidades del vino, nos servimos de nuestros sentidos de la vista, el olfato, el gusto y el tacto. Sería extenso describir los mecanismos fisiológicos de cada uno de estos sentidos, por lo cual nos limitaremos sencillamente a concretar los resultados que su aplicación nos proporciona.

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