Todo vino tiene una temperatura óptima para expresar sus características organolépticas en plenitud, cualquiera sea la latitud en que se encuentre.

La temperatura es una condición esencial para el buen servicio de un vino y durante la degustación, se transforma en un factor clave, ya que incide ampliamente sobre los sentidos del tacto, la olfación y el gusto. 

El tacto, nos ayuda a percibir la sensación del líquido frío o caliente y son fundamentalmente los labios y la punta de la lengua los encargados de informar rápidamente al sistema nervioso central sobre estas sensaciones. Cuando aparecen las sensaciones olfativas y gustativas, éstas también se ven influenciadas por la temperatura del vino, ya que, a través del aumento o la dismunición de la misma, pueden verse exaltadas o neutralizadas. 

Además, la temperatura del vino constituye un factor vital para que éste se pueda percibir agradable o no, ya que un aumento o disminución de la misma, afecta los propios componentes del vino, que se pueden potenciar o inhibir.

De esta manera, podemos entender que sólo se pueden comparar dos vinos que estén a la misma temperatura, ya que dos copas con el mismo vino, presentadas a temperaturas diferentes, pueden ser consideradas como dos vinos distintos. 

¿A qué temperatura se aconseja consumir los diferentes tipos de vino?

  • Tintos jóvenes y frescos de 12°C a 15°C.
  • Tintos corrientes, de 18°C a 20°C.
  • Tintos de grandes añadas, a 20°C.
  • Blancos refrescados, entre 6º C y 10°C.
  • Rosados, de 6°C a 8°C.
  • Espumosos fríos, entre 5º y 8º C.

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